Música para un crimen

La anfitriona de una fiesta, en una mansión de Parque Leloir, decide suicidarse delante de los invitados. Tras la intervención policial, el suceso parece un caso resuelto, salvo para el Inspector Manarino, quien intentará demostrar que todos (policías y testigos) han sido víctimas de un engaño. Para eso reabrirá el caso y convocará a los testigos con la excusa de “quiero escuchar la música nuevamente”. Con diálogos amenos e irónicos, Manarino desenredará un crimen perfecto desplegando sus más insólitas obsesiones: los habanos, las marcas antiguas, los vinilos y, fundamentalmente, la música de Johann Sebastian Bach, fuente de toda su inspiración.